Más de Cuarenta

Más de cuarenta años, más de cuarenta sueños, más de cuarenta vidas, alegrías y tristezas. Más de cuarenta ideas, más de cuarenta proyectos, más de cuarenta amigos y enemigos. Más de cuarenta fallas, más de cuarenta virtudes. Más de cuarenta historias, más de cuarenta cuentos y novelas. Más de cuarenta secretos, más de cuarenta consejos. Más de cuarenta y mucho más. ¡Bienvenidos!

jueves, 12 de abril de 2007

In Memoriam



Cuando perdemos a nuestros padres, nos llamamos huérfanos. Cuando fallece nuestro cónyuge, el español nos permite denominarnos viudos. Sin embargo, no existe en nuestro idioma una palabra que nos identifique cuando perdemos un hijo.

Lukas falleció hace un año, el 12 de abril de 1996. Tenía poco más de cuatro meses, y nos dejó producto de una infección intrahospitalaria luego de resistir cuatro operaciones para corregir las malformaciones con las que vino al mundo, pues padecía Craniosinostosis. Le sobrevive su hermano gemelo, Dámaso, que tiene un año y cuatro meses con nosotros.

Dámaso ha sido más resistente (o quizá ha tenido mejor suerte). Todas las intervenciones comenzaban primero con Lukas, debido a que el síndrome se manifestaba con mayor severidad en él. Pronto se someterá a otra operación, de alto riesgo como las 6 que ha vivido ya. Seguirá operándose por lo menos hasta que pase los dos años y su cerebro haya alcanzado el tamaño normal. Hasta la fecha no manifiesta daños neurológicos, salvo el explicable retraso en su desarrollo motriz por haber pasado casi la mitad de su pequeña vida hospitalizado, y el no haber comenzado a hablar o deglutir por si mismo, ya que vive con una traqueotomía y una gastronomía. El cierre de estos orificios se producirá cuando se hayan terminado todas las operaciones pendientes.

Hoy, frente a la lápida bajo la que reposan los restos de Lukas, conversaba con él en silencio, tratando de adivinar si nos extrañaba, si extrañaba a su hermano y si planeaba llevarlo a su lado pronto. No logré adivinar lo que quiere mi hijo fallecido. No es sencillo comunicarse con un mundo tan desconocido como el que nos espera al dejar éste.

Lukas me ha acompañado durante este año, en diversas ocasiones en donde la angustia y el agobio pretendieron hacer presa de mi ánimo. Pequeñas señales y sucesos me dieron la pista de que mi peladito está cerca, y que hasta el momento ha ayudado a su hermano a dar la pelea, y a nosotros, sus padres y hermanita, a seguir adelante.

¿Es válido que nos aferremos a Dámaso para que permanezca con nosotros? ¿No es lo correcto hacer menos esfuerzos quirúrgicos que lo torturan, y dejarlo partir si eso es lo que debe ocurrir? Dámaso está vivo y es feliz, lo notamos porque todo su cuerpo sonríe cuando recibe a mamá, a su hermana o a papá después de un rato sin vernos. Está despierto y se las ingenia para comunicarse, buscándonos con sus enormes ojos, esforzándose para sacar un sonido de su garganta, pese a la traqueotomía, para que nos volteemos a verlo. Nos despierta, a veces sonriente o a veces malhumorado en las mañanas, para que cumplamos el rito de cambiarlo, bañarlo y alimentarlo. Manifiesta su agrado o desagrado con los eventos y las personas que va conociendo, se esfuerza por descubrir un mundo que médicamente no estaba preparado para recibirlo. El y su hermano estaban desahuciados al nacer, dada la gravedad de su síndrome. Y sin embargo, de no mediar la infección que se llevó a Lukas, gracias a la pericia del neurocirujano que se atrevió a intervenirlos, quizá todavía estaría dando la pelea, con nosotros.

Por lo pronto, pretendo alejar de mi cabeza y mi ánimo aquellas preguntas de tan difícil respuesta. Lukas me dejó como principal legado, el aprender a valorar lo efímero de la vida, reconociendo en ella y en la duración que nos toque en suerte, aquellas cosas realmente importantes.

Hoy, cuando estoy con alguien, realmente estoy. Me esfuerzo por escucharle con atención, con empatizar lo más profundo que puedo con sus sentimientos, con ser sincero y honesto en mis palabras, procurando no guardar nada que en algún momento siguiente pueda ser ya tarde para decir. Antes me enfadaba por cosas sin importancia, me revestía de orgullos falsos sostenido por mi cultura y conocimientos, desdeñando ciertos contactos con quienes no consideraba estar a la altura de lo que quería yo decir.

Hoy sé que cada persona es un mundo, que cada uno de nosotros tiene un secreto valor dispuesto a descubrirse sólo ante aquellos que se animen a dejar de lado su propio egoísmo y su vano orgullo. Todas las vidas, de todas las personas, son valiosas y útiles para alguien más, sin importar lo extenso o breve que pueda ser su paso por este mundo.

La muerte de un ser querido tiene esa virtud, dolorosa pero que no se puede obtener de otra forma. La virtud de hacernos ver nuestra relación con el universo entero, del cual somos una minúscula parte. Nos sitúa en nuestro valor real, y nos impele a dejar en este mundo algo más imperecedero que una heredad.

En concreto, la muerte de Lukas nos ha llevado a valorar cada segundo que Dámaso nos ha regalado hasta la fecha. La angustia y el temor a que nos deje no amaina, pero al tener que vivir día a día con eso, hemos aprendido a tolerarlo aprovechando al máximo cada momento que tenemos con él.

Quise recordar hoy a mi peladito Lukas, porque sé que esa es una de las formas donde él me siente a su lado. De esa forma no nos extraña tanto y yo no sufro tanto su ausencia.

Hijo, te amé muchísimo, de una forma que no se mide por tiempos más o tiempos menos. Te seguiré amando toda mi vida, y tengo la secreta esperanza de que, en algún momento y lugar, volveré a tomar tu manito y jugaremos juntos por toda la eternidad.

No hay comentarios: