Más de Cuarenta

Más de cuarenta años, más de cuarenta sueños, más de cuarenta vidas, alegrías y tristezas. Más de cuarenta ideas, más de cuarenta proyectos, más de cuarenta amigos y enemigos. Más de cuarenta fallas, más de cuarenta virtudes. Más de cuarenta historias, más de cuarenta cuentos y novelas. Más de cuarenta secretos, más de cuarenta consejos. Más de cuarenta y mucho más. ¡Bienvenidos!

sábado, 3 de marzo de 2007

El asalto del Hambre


Me encontraba almorzando en un establecimiento del centro de Santiago de Chile y me había ubicado cerca de la puerta de entrada, pues hacía mucho calor y en esa posición recibía algo de aire fresco.

Había pedido un plato típico chileno, el "churrasco a lo pobre" (uno o dos cortes delgados de carne de vacuno, cebolla frita, huevo frito y papas fritas). Terminaba de sazonar el huevo, había probado algo de las papas y terminado de cortar la carne en trozos más pequeños para comerlos con calma mientras leía el periódico. De pronto, la sombra de una persona se instala sobre mi hombro derecho, y una mano sucia se arroja sobre mi plato, empuñando la carne, el huevo y parte de las papas.

El asalto fue tan de improviso, y la tranquilidad y el descaro del tipo fueron tales, que no atiné a reaccionar de niguna forma. Segundos después de que el pordiosero desapareció, me invadió un sentimiento de asco al recordar la zarpa inmunda en mi plato, pero extrañamente, desapareció muy de prisa. Llamé al encargado y le expliqué lo sucedido, ante lo cual me trajeron otro plato de iguales características.

Mientras terminaba ese almuerzo, no logré sentir enojo contra el asaltante. Recordé haberlo visto al entrar al local. Quizá me tendió la misma zarpa que momentos después escarbaría en mi plato, y en ese momento no le presté atención. Soy muy dado a fantasear, por lo que de pronto me vi imaginando lo que debió haber sido mi actitud. El almuerzo aquel cuesta algo así como 4 o 5 dólares. Tenía más del doble de esa cifra en los bolsillos, perfectamente pude haberle dicho al pordiosero que se levantara del piso y se sentara a almorzar conmigo. ¿Lo habrían dejado entrar los dueños del local? Me he propuesto ahora firmemente, repetir la escena el próximo sábado. Iré al mismo lugar y espero encontrar al mismo miserable ser humano en las cercanías del local. Lo invitaré a almorzar y procuraré que lo dejen entrar conmigo.

¿Soy más bueno, más bondadoso que el resto de mis congéneres? No. Soy un tipo muy pragmático y realista. Puedo ser muy duro, a veces. Ocurre que me he sentido muy estúpido porque, momentos después de ese suceso, se me ha ocurrido gastar otros cuatro dólares comprando un CD de software pirateado, y al llegar a casa descubro que pagué cuatro veces lo que vale el mismo CD en el comercio establecido, pues estaba vacío. Me habían timado. Me sentí muy mal porque interpreté todo esto como una de esas señales del entramado social donde nos movemos, una señal muy clara y dura. Hubiera sido mucho más sensato (no generoso, sensato) invitar a almorzar al tipo aquel. Me habría ahorrado el disgusto de sentir violentado mi almuerzo, le habría evitado a el mismo el tener que robar para comer (aunque sea sólo por esa ocasión) y me habría evitado el llegar a casa a sentir el amargo sabor de boca que obtienes cuando te toman por estúpido.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, estuvo bueno eso del CD pirata vacio, para que veas que no se compran cosas en la calle. Menos pirateadas.
Ja.
respecto al asalto de hambre, es una pena lo del hombre. Pero muchas veces tambien me ha pasado el tener que entregar mis papas fritas o el resto de la bebida a algun niño. No doy dinero, porque a veces se los quitan los mayores que andan con ellos... Y si, es increible la cantidad de dinero que "botamos" en cosas tontas en vez de darlo a personas que lo necesitan mas.